
Planta vivaz de porte arborescente, perteneciente a la familia de las
Araceas. Originaria de la isla de
Zanzíbar y también de
Tanzania, tiene un gran parecido con las
cycas y resiste bien las plagas. Su altura suele rondar los
40 cm., llegando a alcanzar el metro en condiciones favorables.
Su follaje es muy persistente, de gruesas y carnosas hojas verdes, alternas y elípticas, con tallos oscuros engrosados en la base para almacenar agua. Suele echar dos o tres hojas al año, consiguiendo una apariencia bastante elegante.
Sus
flores son poco comunes, unisexuadas con una gran bráctea que las envuelve, al estilo de las cebollas y los ajos. Su color suele ser pardo amarillento. Cada ejemplar de zamioculca albergará una o dos flores, aunque puede no tener ninguna, dependerá de las condiciones a las que la tengamos expuesta. Son de características similares a los anturios.
Lo primero es situarla en un
lugar luminoso, aunque evitando los rayos directos del sol, que pueden quemar sus hojas. La
temperatura ideal para su correcto mantenimiento oscila entre los
10 y 15 ºC. En verano podremos sacarlas al exterior. Es bueno que haya cierta
humedad ambiental, si no es así, deberemos pulverizar sus hojas con relativa frecuencia.
Es una planta que no necesita grandes cantidades de agua, aunque siempre la usaremos no calcárea. Lo mejor es espaciar los riegos de manera que la capa superior de la tierra llegue a secarse. En el invierno bastará con pulverizarla. Las hojas tienen bastante brillo por sí solas, por lo que no será necesario usar ningún producto abrillantador.
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